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A UN TURNO DE TRASPASAR EL TUNEL

entramos por la puerta principal, damos unos pasos hasta llegar a urgencias; pasillos despejados, con olores y sensaciones angustiantes.Al llegar al hospital de Kennedy, la sensación es de soledad, frio y expectativa,  en el equipo de trabaja esto es lo que sentimos. Juntos entramos por la puerta principal, damos unos pasos hasta llegar a urgencias; pasillos despejados, con olores y sensaciones angustiantes.

 

En la primera sala, se encuentran niños recién nacidos con complicaciones, también hay una adolescente entre 15 y 18 años que padece de una enfermedad respiratoria; al acercarnos a la joven junto a su madre solo nos dijo esto “ Mi niña está muy enferma, necesita aparatos y dispositivos que no están disponibles aquí, su traslado es necesario y si en cuatro horas no se hace nada posiblemente corra peligro; lo único que podemos hacer es esperar, pero es injusto que los doctores nos expresen sus ganas de ayudar pero no tengan los recursos suficientes”. Aquí, en este momento donde usted nos está leyendo, ¿no le nace alguna indignación al ver tan mala calidad en el servicio de salud? imagínese que es usted aquel recostado en una cama esperando el momento de su muerte. En este hospital no existe una sola camilla vacia.

 

Seguimos a la siguiente sala donde están ubicados los adultos mayores, con algún tipo de herida o disfunción; el olor es fuerte, alcohol y secreciones corporales que daban un ambiente pesado y desagradable. Ver adultos mayores enfermos y desorientados, es una experiencia que no todos son capaces de asimilar, pensar que nuestros padres pueden pasar por situaciones donde el dolor y la incertidumbre surgen desde el pensamiento y la imaginación de que algo ha de pasar. En los hospitales la historia del adulto abandonado se repite a diario. 

El piso tiene una que otra mancha de sangre pero eso no es lo traumante, ver las caras de los pacientes nos resulta deprimente, el sufrimiento corporal y la tristeza que expresan sus ojos no tienen comparación.

La sala de observación y traumatología son otro mundo, al ingresar el piso está sucio y no es por la mala asepsia de las aseadoras, sino más bien por la cantidad de accidentados que están en la sala, algunos tiemblan por el choque nervioso que se ocasiona después de una situación donde la vida peligra, otros llegan con la cabeza lesionada y algunos vienen para reanimación; es como estar en un campo de guerra donde el humano está por desaparecer y solo quedará la sangre y una cama vacía como recordatorio. El olor es lo de menos, es muy fuerte y desagradable, pero visualmente se podría catalogar como el “apocalipsis”. (Al salir de aquí  ninguno de nosotros quizo hablar por un tiempo, solo nos dedicamos a observar)

 

He aquí los últimos dos lugares del hospital: la sala de espera y la morgue. Para nosotros la sala de espera está entre los peores lugares, simplemente por una razón, ver gente en una silla esperando mientras lo atienden; cabezas sangrando, brazos vendados, personas retorciéndose de dolor, personas posiblemente intoxicadas acurrucándose para calmar los retorcijones entre otras… suficiente, así nos damos cuenta porque es posiblemente el peor lugar en el cuál se puede estar.

 

La morgue, ya el dolor no existe, pero el vacio que nos ocasiona al entrar allí es abrumador, los planchones donde el cuerpo descansa son tan frios como el aire que gira en torno a esta sala, donde finalmente la policía recibe cuerpos y los clasifica para llamar a familiares y descifrar causas de muerte.

 

Por último, al salir de aquel lugar en donde nuestros cuerpos se sienten exhaustos y desanimados, nos topamos con un pequeño espacio; oscuro, silencioso y tranquilo. La capilla, el lugar donde se resguardan los acompañantes por excelencia, el lugar donde los rezos serán o no escuchados por fuerzas que aún no conocemos. Aquí las voces susurran y suplican a aquel que decidirá si la vida de su familiar, compañero u acompañante continuará o cederá esa misma noche. Las velas aquí ubicadas, se apagan como las vidas que entran al hospital.

Imagen tomada de mapa callejero.

El hospital de Kennedy es uno de los lugares más concurridos. Sus pasillos huelen a excrementos y formol. Cualquier persona que llegué acá buscando alivio debe estar desesperada.  Según las mismas fuentes del hospital el incremento es absurdo, aún más en fines de semana y peor aún si hay quincena. La taza de riñas y conflictos barriales aumenta en gran medida. Al llegar al hospital de Kennedy, la sensación es de soledad, frio y expectativa,  en el equipo de trabaja esto es lo que sentimos. Juntos

© 2016 ALA CARACHAS

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