ALA' CARACHAS
PERIODISMO ROLO

Tras las sombras de la calle, en la capital bogotana, se esconden personas que para muchos son completamente invisibles, pues su silencio, pobreza e indigencia, los apartan de una sociedad llena de prejuicios, discriminación y rechazo, ellos son los habitantes de calle.
William Castillo, “Chavela”, nació en Cali, Valle del Cauca, recibió muy poca educación, por tanto apenas sabe escribir y se le dificulta leer, pues en Colombia, en un estado que de patriota solo tiene el nombre, los recursos para la educación son realmente limitados, se prefiere invertir en guerra que contribuir para generar desde la enseñanza una verdadera transformación.
William recuerda con tristeza cómo las drogas, el licor y la violencia frecuentaban su hogar; “mi papá siempre nos maltrató, era alcohólico al igual que mi mamá por eso siempre había peleas”, su madre tenía una grave adicción por el alcohol y el bazuco, fue así como la indigencia llegó temprano a su vida, pues ella una noche decidió internarse en unas de las denominadas ollas de expendio y consumo en drogas de Cali, de la cual no volvió a surgir.
Al cuidado de su padre Alfonzo y de su abuela paterna, logró terminar sus estudios primarios, al mismo tiempo que identificaba que su cuerpo no coincidía con lo que quería ser, pues le gustaba vestirse con prendas femeninas y la atracción hacia las mujeres era nula, algo que él no comprendía por completo, pues afirma que “todo el tiempo me gustaba ser femenina, para mí era normal, no entendía qué estaba mal, siempre me sentí mujer”, fue entonces cuando su padre decidió llevarlo con varios expertos y especialistas, donde todos afirmaban que William tenía una condición llamada, disforia de género, lo cual ratificaba la condición de su hijo.
Los Silencios de “Chavela”
A pesar de las iniciativas que ha tenido la Alcaldía de Bogotá como refugios y hogares de paso para habitantes de calle, pienso que hace falta reconstruir las vidas pérdidas de estas personas, brindándoles un apoyo no solo de protección o alimentación, sino también de reconstrucción de su núcleo familiar, prestando un buen soporte psicológico con el fin de que ellos dejen las adicciones y se reincorporen de nuevo a la sociedad; asimismo nos corresponde comenzar a dejar de lado el rechazo, el temor, la indiferencia e incluso violencia, a la que son sometidos diariamente los habitantes de calle, debemos verlos como seres humanos que necesitan de nuestra ayuda y colaboración, más no como seres inexistentes o invisibles.
Actualmente, “Chavela” sobrevive en el barrio Restrepo de la localidad Antonio Nariño, vive del cartón, el plástico y lo que le regalan, pues en el sector ya es reconocido; las drogas lo tienen completamente consumido, tiene el cabello largo, se rellena el busto con ropa, y su vestimenta es lo único que posee, ha sido víctima de la vida, pues con resignación asegura que jamás saldrá de las calles, porque cada peso que logra obtener lo transforma en bóxer, solo espera la muerte y asegura que es una mujer de los pies a la cabeza, extraña su infancia y su familia, aunque nunca la tuvo.
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En la ciudad de Cali, se afrontaba hacia los años 90 una grave crisis económica, por lo cual, Alfonzo decidió viajar a Barranquilla en busca de nuevas y mejores oportunidades, fue así como William, al ver la partida de su padre, quien aún no aceptaba y rechazaba su condición sexual, sintió una libertad que jamás había experimentado; con tan solo 16 años comenzó a maquillarse, vestirse por completo con prendas femeninas y hasta dejarse crecer el cabello, hecho que su abuela nunca reprochó, pues a pesar de ser una mujer conservadora, estricta y con unos principios morales determinados, comprendía por lo que pasaba su nieto, entregándole el apoyo y el amor que sus padres biológicos nunca le brindaron.
La muerte de su abuela, situación que se convirtió en un hecho muy doloroso para “Chavela”, pues quedó a la deriva, apenas cumplidos sus 19 años y la mujer que lo había apoyado toda la vida, ya no estaba, de su padre no se volvió a saber mayor cosa y el dinero que enviaba a casa ya no llegaba hace mucho… William decidió viajar a Bogotá, para buscar un trabajo y salir adelante, ya que la falta de empleo, la discriminación y el machismo en Cali eran totalmente cotidianos.
Llegar a la capital no fue fácil, pues la indiferencia se hizo notar, ya que el rechazo, las miradas y las burlas no se hicieron esperar. Con algún dinero recolectado de cosas que vendió en su vieja Cali, logró alquilar una pieza en uno de los más peligrosos barrios Bogotanos, sitios remotos de la capital que el estado a medida del tiempo ha dejado de lado, ya que en vez de establecer medidas con el fin de reincorporar estos territorios a la capital, se están olvidando, al mismo tiempo que arrinconan la delincuencia allí, con el fin de crear en los ciudadanos el imaginario de que Bogotá va por buen camino, William ya ubicado en la localidad de Santa Fe, empezó a incorporarse rápidamente en el mundo de la prostitución “fui travesti en el centro, lo más difícil que he hecho en mi vida, pero de lo cual no me avergüenzo, nunca le quite nada a nadie”, al mismo tiempo decidió empezarse a llamar con el nombre de “Chavela”.
En el mundo de las calles conoció las drogas, que según él eran su mayor y fiel compañía, .-la tan llamada “difícil vida fácil”, con dolor narra cómo la ciudad se lo fue absorbiendo sin darse cuenta, pues la mayoría de los días que salía a trabajar, comenzaba consumiendo una dosis mínima de bazuco y sin medirse terminaba en el Bronx o durmiendo en cualquier calle fría de la capital, tiempo después, poco a poco dejó la prostitución, pues su aspecto físico ya era rechazado en la zona, por lo cual se internó y comenzó a vagar en el centro de la ciudad, acabando siempre en cartucho.