Como si estuviéramos en plena faena de dar voz y voto para elegir si queremos con vida a un tal barrabas o a un tal Jesús, gente proveniente de todas las direcciones, vociferaban groserías que notaban una enormemente marcada frustración.

¡Petardo!, ¡Bruto!, ¡Animal bajese de ahí, devuelva la plata!, ¡Hijueputa,haga las cosas bien!,

era en lo poco que la multitud se ponía de acuerdo.

El organizador del evento (Faber Quiñonez), abriendo brechas con su disimulado regionalismo y lavandose las manos cual si fuera el mismisimo Poncio Pilatos, justificaba con orgullo desde la segunda planta (desde la terraza) que en otras ciudades la feria había sido todo un éxito.

Cita del “bruto”: En Medellín la hicimos y salió bien, les aseguro que voy a Cartagena y allá también vamos a poder. ¡Quítense de la puerta para que los deje entrar! ¡Hagan la fila!

Llegue al lugar acordado (calle 95#11a-67 - Barrio Chicó Norte- LIBRERÍA LA FE) a las 8:00 de la mañana con la esperanza de comprar unos buenos libros, sin embargo al momento de girar en una esquina que daba directamente al lugar del evento, me topé con un gigantesco parche de seres humanos que colmaban calles enteras, llegando a ocupar unas 5 cuadras repletas de personas, que en boca de ellos(as) contaban la situación sonando así:

Cita de la “multitud iracunda”: Estamos haciendo fila para poder ingresar. ¡Que pésima organización!” (Los(as) menos violentos)…

Ya llevábamos dos horas de fila, las calles comenzaban a oler a transmilenio y de libros nada. Es cierto, no madrugué. Pero jamás pensé que para comprar un libro un domingo cualquiera tuviera que acampar en las calles desde las 5 de la mañana, como lo lograron los pocos afortunados que viven cerca de la librería La Fe.

El evento se hizo famoso en las redes sociales y por eso sabía que con sólo 5.000 pesos podría comprar cualquier libro que se me antojara. Yo quería conseguir El diario de Ana Frank, que siempre he querido leer. O Los cínicos no sirven para este oficio de Riszard Kapuscinski.

El poncio criollo insistía en defenderse, pero para mi era claro que problemas si hubo y muchos. Pero no es algo solamente para culpar a la falta de cultura ciudadana.

No es lo único que cabe aquí como la piedra molesta-fastidiosa del zapato. 

Por tal momento triste y desagradable,-hablando (refiriéndome) únicamente a la mala suerte que tuve al no conseguir ningún libro-, me vi en la tarea de encontrar 5 de las falencias provocadoras de la llamada frustración de la “FERIA DE LIBROS A $ 5000”.

Estos son...

5 FACTORES CAUSANTES DEL DESASTRE

1. Boletería y cantidad de libros: No se puede hacer una feria, -y menos en una ciudad tan inmensa como Bogotá D.C-, donde se lleven 100.000 ejemplares sin tener en cuenta que la cantidad de personas superara en número a los libros que estarán a la venta.

2. Logística: Reiterando la importancia en cuanto a lectores se refiere en Bogotá, es supremamente fundamental el trabajo de entidades encargadas del orden, pues para evitar el estrés y posterior enojo de los asistentes a un evento, es responsabilidad de los organizadores informar y brindar las condiciones a cumplir para que la comodidad de los lectores se lleve a buen puerto.

3. Lugar del evento: Es debido precisar un sitio con mucha más capacidad para albergar personas ya que, -como se dijo anteriormente-, es oportuno  otorgarle las comodidades y/o condiciones necesarias a los asistentes, en especial si hablamos de mucha gente.

4. Cultura ciudadana: No es un secreto que el papel que tomen las masas es determinante para que las cosas salgan bien, grupos sociales con valores que se vean expresados en el buen uso de las normas, serán muy apreciados al ser facilitadores del buen fluir de la feria.

5. Organización: Sin desmeritar la buena idea del señor Faber Quiñonez, porque en verdad lo es y se le aprecia por ello, queda como enseñanza, que el tener todo, cada uno de los puntos anteriores saldados, es lo principal para que se realice la feria como es deseada desde un principio, algo que visiblemente, a lo menos en este evento realizado en Bogotá, hizo mucha falta.

Escrito por: Cristian Hernando Sánchez Pinzón