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GABRIEL, OTRA MIRADA

HACIA LA INDIGENCIA.

Resulta duro creer que este filósofo, graduado de una prestigiosa universidad  capitalina, se aferrara a las drogas. Para Gabriel Villa, un hombre de tez blanca, baja estatura y aproximadamente 55 años de edad, cualquier cosa es válida, con el fin de saciar por unos minutos una necesidad imparable.  Hoy, su hogar es uno de los cientos de andenes ubicados en la ciudad de Bogotá. El espacio público, concretamente la Calle 22 al Occidente de la ciudad, se ha convertido en el resguardo de su vida en los días soleados y lluviosos.  

Afortunadamente, sus vecinos, con mejor suerte que él, trabajan en el  noticiero CM&, y son ellos quienes día tras día le colaboran bien sea con trabajo o comida  para que, a pesar de sus circunstancias, medianamente sobreviva; es así como su rutina transcurre a diario entre su “residencia”, el parqueadero de CM& y las calles del centro capitalino. Han transcurrido 28 años en la vida de Gabriel Villa,  otro colombiano más al que, obligado, le tocó ver sus sueños desvanecerse y volver a reescribir su historia; una historia llevada con humor que no se apaga a pesar de los dolores que carga.

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Este hombre, con un pasado exitoso y un amargo presente, ha sido arrastrado hasta este mundo de adicciones, donde durante 28 años de su vida encontró refugio en las drogas, una cama en el duro cemento y comida en medio de la basura del centro de la ciudad. Su papá fue dueño y fundador de 3 reconocidas fábricas de colchones, sus hermanos ingenieros de aviación y él optó por estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Colombia. Tras probar las drogas que le ofrecían en el centro de la ciudad, empezó su adicción, y a partir de esta experiencia decide dejar su hogar e ingresar a la vida de la calle, dejando  de lado su familia y, en especial, a sus hijos.

Contrario a muchos, a este hombre no le faltó nada en su niñez, de hecho él mismo afirma “Yo nací en un cielo, mi familia era muy unida, tuve una infancia muy querida, una pubertad y una adolescencia muy hermosa, siempre tuve estudio así logré mi primaria, mi bachillerato, hasta los principios de la universidad”, y  a pesar de todos los privilegios que tuvo en su pasado terminó como muchos, optando por hacer del espacio público su lugar de residencia.

Gabriel, aunque se ve saludable, tratándolo con más cercanía se le nota que tiene algunas dificultades para caminar y para respirar,  a pesar de que dice “No tengo heridas ni cicatrices, estando en un mundo donde las balas me pasaban por acá”, además su rostro ya denota marcas de la edad, su cara en parte muestra la dureza y frialdad que vive en las calles, su sonrisa también está incompleta, pues sus dientes, a diferencia de él, han perdido la batalla sin los cuidados requeridos.  

Actualmente, Gabriel testifica “Me siento muy alegre, estoy saliendo de todas esas tristezas y vicios, esto lleva mucha desesperación […]”. En el momento, este hombre anhela con su alma encontrar un mundo nuevo donde no haya lugar para su adicción.

Por: Ximena Varela Graciano

Shirly Ariza M.

© 2016 ALA CARACHAS

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