ALA' CARACHAS
PERIODISMO ROLO
La Vida Detràs de "El Embrujo Verde"
Colombia es reconocida, entre tantas cosas, por ser el primer productor mundial de esmeraldas y por la calidad de estas. Pero detrás de esta piedra preciosa, esta la historia de muchos esmeralderos que han tenido que pasar por diferentes altibajos en sus vidas.
Wilson Mora es uno de ellos, quien siempre creció contemplando el verde brillo de la piedra que lograba enriquecer a los de su pueblo en Muzo Boyacá, su curiosidad crecía con los años y el deseo por poseer mucho dinero se despertó, con tan solo 12 años su primer negocio fue cuando le propuso a un amigo comprar esmeraldas “nos fuimos preguntando a todos los guaqueros si tenían esmeraldas, pero solo se burlaban al ver que éramos muy pequeños”. Resultaron comprando piedras de cinco mil pesos y vendiéndolas a veinticinco mil pesos, tan fuerte era este sentimiento que ya no quería estudiar si no ser comerciante.
“En medio de todo lo que uno vive, llega el día en que la suerte le sonríe y se encuentra con esmeraldas. Pero en una vida donde casi nunca se ha tenido dinero, uno se dedica a despilfarrar la plata en alcohol y en prostíbulos, hasta quedar en ceros, como se empezó”. Y esta montaña rusa, a veces no termina, se está abajo, luego arriba y luego abajo; Hace 20 años está en Bogotá, ciudad donde aprendió a tallar, pero que tampoco fue fácil. Para aprender a tallar, no había alguna escuela o empresa que diera cursos sobre esto, así que lo que tenía que hacer era llegar a un taller y acomedirse a limpiar las maquinas, hacer el aseo a los taladores y pasar por distintas humillaciones para poder observar y aprender a tallar. Cuando lo hizo, su vida llego a otro nivel, decidió volver a comprar esmeraldas como hizo alguna vez de niño y es ahí donde como dice él la vida le empieza a sonreír, pero la montaña rusa sigue andando, en pocos años vivió de nuevo el flagelo de muchos mineros: “ya por conseguir determinado capital, el ego se sube, uno cree que sabe mucho, que es el que más tiene, pero de repente, uno se cae y vuelve desde ceros”.
Al pasar por esto nuevamente en su vida, decide no volver a la mina por pena a su fracaso económico “me daba pena llegar y después de comprarles a un alto valor y en cantidad, llegar a no comprar nada o hacerlo pero a un bajo valor”. Así que decide quedarse en la ciudad y pasar, por un tiempo, de ser esmeraldero a ser vendedor ambulante, cosa que no duro mucho porque después de un tiempo decide volver al negocio de las esmeraldas, pero esta vez corrigiendo los errores del pasado y proyectándose: “Ya hoy en día las comercializo y llevo ya una vida estable hace 12-15 años, pero ha sido una etapa un poco difícil”.
Por un año y medio tuvo que soportar una temperatura muy alta, donde sentía que la ropa lo estaba quemando y donde sus ojos lagrimeaban bastante por el inmenso calor; aguantó hambre y sed, no iba a ganar un sueldo, iba tras lo que se pudiera encontrar, donde: “los que corren con suerte se vuelven ricos, pero los que no corremos con la misma, la vida es muy difícil. Si uno tiene para el desayuno no tiene para el almuerzo y si tiene para el pasaje de ida no tiene para la devuelta”.
En busca de una mejor oportunidad se desplazó al municipio Chivor en Boyacá, pero en realidad se repitió la historia, pues con 19 años de edad y con una contextura de un niño (delgado y desganado) tenía que manejar un martillo eléctrico que pesaba más o menos 3 arrobas “me tocaba coger el martillo y afirmarlo contra el pecho, si uno lo dejaba rebotar el pecho se ponía morado de los golpes dados a la roca, ya que era muy dura”. En ese tiempo de exploración Wilson aspiraba mucha tierra y polvora lo que tres años después le causo enfermedad en los pulmones, tuvo que seguir tratamientos y desintoxicar los pulmones, pero no obstante, aún tiene rastros de eso.
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