ALA' CARACHAS
PERIODISMO ROLO
REBUSCANDO ENTRE LOS MUERTOS
Cuando hablamos de cementerios siempre pensamos en suspenso, miedo, muerte y hasta terror; pero alguien se pregunta ¿Qué pasa con aquellas personas encargadas de la decoración de tumbas o bóvedas?
Esta es la historia de Manuel García Díaz, un hombre de 75 años nacido en Viotá - Cundinamarca; quien además de fabricar lápidas, vende arreglos y coronas florales; en un local, no muy grande y con un ambiente un poco deprimente ubicado a un costado del Cementerio Central en Bogotá. Mientras sus familiares viven de los vivos, Manuel García gana su dinero adornando las tumbas de los muertos.
Lleva aproximadamente 29 años trabajando allí, maneja materiales como: mármol, yeso, granito y baldosas nacionales e importadas de países como Chile y Ecuador.
A pesar de que le falla la vista y se le dificulta un poco leer, Manuel por medio de la memoria logra recordar las frases y palabras que se tallan en las lápidas, mensajes dirigidos con una intensión en especial por parte de la familia y amigos hacia el fallecido.
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Fue poquito tiempo que estuviste con nosotros, pero aunque te hayas ido siempre vivirás en nuestros corazones. Te amamos, te queremos muchos. Tus padres, hermanos…
Aunque el ambiente en el cementerio es sombrío, triste e incluso tenebroso; hay personas como Manuel, el lapidero, que se ganan la vida trabajando allí. Lamentablemente, este oficio tampoco se escapa de la escases de trabajo presente en la capital, pues a pesar de no ser parte del porcentaje de desempleados de la ciudad, en esta labor existen rivalidades y competencias; ya que hoy en día se han dañado las ventas, a raíz de que los cadáveres se entregan en cremación luego de 4 años de haber sido sepultados; por consiguiente las personas no invierten en una lápida, pues prefieren cremar a sus seres queridos, y no invertir en un producto que será desechado en un futuro. Asimismo cuando sale una lápida (lo cual no es muy frecuente), el cliente pide rebaja y la elaboración de esta se la gana la mejor promoción, generando así pérdidas para quienes viven de este trabajo.
Por: Ximena Varela Graciano